De Francisco Tario, algunos fragmentos de Breve diario de un amor perdido (1951) mis favoritos son los días 3 y 4:
Día 1
No te pido que vengas, aunque sé que vendrías. Te pido que seas; es el último consuelo.
Día 2
Y te veo a lo lejos –no quiero mirar– diciendo adiós con tu pañuelo a la bruma.
No conoces los muelles. Pues tras ellos hay siempre una sórdida bodega y bajo ellos el temblor de los que se quedan.
El barco se hace a la mar y quien despide resiste la lluvia. cuando ya el barco se ha perdido y las aguas se ensanchan, el llanto se vuelve inhumano. Por las calles el hombre examina sus pasos y aproximadamente a la misma hora otros cierran sus puertas.
No quiero ¡no quiero mirarte ante lo gris del cielo y del agua! Me espanta pensar en que lo gris te envuelva en cualquier momento –tú, tan azul, luminosa y marina.
Me espanta advertir que te quedas, mirando de lo lejos a mis espaldas.
Día 3
¿Qué me ofreces ahora? “Te ofrezco –clamas– la invisible huella de mi ausencia”.
¿Y el lejano y profundo hueco de tu boca? Me ofreces, sí, lo veo, el abrazo de unos brazos que no existen.
Y la selva del invierno en tus cabellos.
Y, por si acaso, me ofreces el martirio de tus rodillas abiertas a cualquier beso.
Y todo un suplicio me ofreces en tus adolescentes pechos recogidos.
Mas de tu próxima y enigmática vida, ¿qué me ofreces?
Día 4
Me quedo con lo que pudiera ser, con lo que habría sido. De la bestia son los ardores y del hombre la dolorida imagen.
Me quedo –ve– con las manos oprimidas, que estrangulan.
¡Te fuiste! –mírame bien– tan sola; y como tal me dejas. Y yo me voy de ti; y así te dejo. De tu rastro no queda nada, ni las huellas de la yegua, ni la huella de tu cuerpo. Tu única huella es mi cuerpo y de mí estoy vacío
¿Qué me ofreces? ¿Qué te dejo? Otra vez mírame, por si te resuelves.
Día 5
Esto lo supe anoche: no consientes, procuras. Es como si dijeras: “Aquí me tienes aún para que muestras todos los caminos”.
Como si confesaras: “Descubriste la ignominia y a esto me atengo. Mi juventud se incendió en tus manos y a ello me encuentro atenida”.
Como si te revelaras: “Y a pesar de cualquier abundancia guardaré para ti el porfiado recuerdo”.
O te rebelaras: “Contra un muro o un camino. Contra lo que tú juzgues que sea preciso”.
Es como si suspirases: “De mi fragilidad me envanezco, ello me da fuerzas”.
Como si gimieras: “Míos los yertos árboles, los pardos muñones de todas las selvas”.
Ya sé, no consientes; procuras. Y te revelas y te rebelas y suspiras y exiges y confiesas y adivinas. La humedecida rosa que eres, siempre hermana mía ha sido.
Franciso Peláez Vega (su nombre verdadero).
Si les interesó Francisco Tario, acá pueden leer más sobre él y algunos cuentos de él.
4 comentarios:
mmm sí me gusta, pero prefiero leer lo que escribes tú, caballerito andante!
y bueno, como que ya son muchas coincidencias, no? (ay exageré, no más dos!)
Abraxos amb beixos!!
DeLlira
Armandís, muy lindo! No lo conocía, pero sabes que me pega perfecto con muchas sensaciones de los últimos días y semanas.
Te mando un beso amigo! perdón por no estar disponible en MSN, pero tengo mucho que hacer para la primera semana de diciembre.
No lo conocia. Lee mas sobre el. Saludos.
Ey Armando!
Aquì te dejo un besito!
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