20061020

Donde se explican las razones que llevaron al autor a decir que la literatura es la luz del mundo


Esta vez no fueron mis lecturas lo que me llevó a una reflexión, sino la ausencia de ellas. Ayer al regresar del trabajo me topé con la novedad de que no había luz, no por falta de pago sino porque un aguzado conductor derribó un poste al echarse de reversa, su sutileza al manejar dejó varias cuadras sin servicio eléctrico. El susodicho derribo ocurrió después de las 16:00 h según la versión de mi abuela. Hoy en la mañana todavía no había energía.

Así que les platico esto desde la oficina, aclaro que no dejé de hacer nada por ponerme a escribir, mis deberes están al día y me encuentro en un rato libre. -¿Y qué tiene que ver con la literatura?- te preguntarás, avezado lector, allá voy.

Pues que todas las noches procuro leer antes de dormirme. Aun ayer lo intenté, pero la luz danzante de las velas sobre las letras casi me marea. Eso me hizo pensar en los siglos y siglos anteriores al uso de la electricidad. Pensé en los amanuenses, en monasterios, bibliotecas, en escritores, en los simples lectores... pero eso no es de lo que quiero escribir.

La noche es mi hora favorita de lectura, junto con las luminosas mañanas de fin de semana. Confieso que me he vuelto a otros placeres fáciles: la contemplación de la televisión (¡déjame en paz maldita!, ¡déjame vivir!), el tecleo frenético en la computadora :-) ;-) :-( . Mi acuerdo con los libros tal vez se deba en parte al sentimiento de culpa, no he dejado de leer, pero leo un poco menos que antes, a mi favor diré que leo todo en día en el trabajo, además de pasar un buen rato mirando la pantalla de la PC; al llegar a mi casa si leo en seguida me arden un poco los ojos y a veces siento como si hubiera hecho bizcos más de lo aconsejable, por no mencionar el dolor de cabeza.

Como sea, anoche pensé en esto y más, pensé en cómo la literatura precisa de la luz, como el mundo de la primera. Recordé los periodos en que he vivido solo y cómo disfrutaba leer. Leía, por ejemplo, bajo el sol hasta que aguantara, leía en la azotea, leía de cabeza, entre almohadas, con música, en silencio, en voz alta. Una vez leí desde que amaneció hasta entrada la madrugada, con breves pausas insoslayables...

Desde el último post han quedado atrás Dos Cartas de Mrozek y Congreso de Literatura de César Aira, estoy en la mitad de El viento ligero en Parma, de Enrique Vila-Matas, el que no pude leer anoche. A Vila-Matas le ocurren coincidencias asombrosas en su relación con la literatura, cierto es que dichas coincidencias pueden no ser tal, pueden ser artificio o incluso simple asociación de ideas, misma que se vería potenciada por la enorme cantidad de libros y autores que ha leído el escritor, pero prefiero pensar es el azar u otra fuerza que propicia estas relaciones, es que verán, a mí me pasa lo mismo, aunque sólo cuando leo a Vila-Matas.

Por ejemplo el otro día me compré Lejos de Veracruz, de él, Fantasmas y Las curas milagrosas del doctor Aira, del argentino César Aira, entre otros (los otros son Lontananza de David Toscana y una antología breve de Francisco Tario). El protagonista de Lejos de Veracruz recibe un premio en México a nombre de su hermano muerto y aprovecha para pasar unos días con Sergio Pitol. Sergio (en el plano real, fuera del libro) acababa de ser premiado con el Cervantes, días después en un café, una amiga me informó que vendrían Tabucchi, Vila-Matas, Villoro y Glantz a Xalapa, para estar en un homenaje a Sergio, a quien nos encontramos esa noche en el café.

Tabucchi no pudo venir porque se lo prohibió su médico, pero los demás se quedaron unos días más para la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU), que este año estuvo dedicada a Sergio. Pensé que era una buena ocasión para comprar Bartleby y compañía, que hacía rato tenía ganas de leer (Bartleby es una mezcla de géneros, “un tapiz que se dispara en muchas direcciones”, en palabras de su autor: "Marcelo, un oficinista, consigue la baja temporal en el trabajo para poder escribir entre el 8 de de julio y el 11 de agosto -el tiempo en que se desarrolla la anécdota- un diario que es, al mismo tiempo, un cuaderno de notas a pie de página que comentan un texto invisible, un cuaderno del que Marcelo espera que demuestre con creces su amplia solvencia como rastreador de bartlebys. Bartleby es el nombre que el narrador roba al célebre personaje de Melville para 'bautizar a esos seres en los que habita una profunda negación del mundo'". La invención del personaje es novelesca, pero presenta los datos de manera documental y ensayística, mi generación se llama Preferiría no hacerlo, porque somos un montón de bartlebys, a juicio de varios de nuestros maestros

Así se lo hice saber a Vila-Matas y en la dedicatoria del libro puso: “Para Armando Preciado, que preferiría no hacerlo, con un abrazo de...”. Un poco antes de la FILU había comprado La educación del estoico del barón de Teive (un heterónimo de Pessoa) y La vida difícil de Slawomir Mrozek (otra vez). Durante la FILU Villoro presentó su nuevo libro Funerales preventivos: Fábulas y retratos, con textos suyos e ilustraciones de Rogelio Naranjo, el monero, y habló de Mrozek.

Al leer Bartleby hallé varios autores de los que había leído algo hacía poco, entre ellos el barón de Teive y su Educación del estoico, que empecé a leer tan pronto pasé del punto final de Bartleby. Ahora, como ya dije, estoy leyendo El viento ligero en Parma, que es una colección de ensayitos, conferencias, reflexiones y en general textos sueltos de Vila-Matas. En una conferencia “Mastroianni-sur-Mer”, habla de Sostiene Pereira de Tabucchi y la versión cinematográfica, hace poco corregí una novela en la que la mayor parte de la acción transcurre en el Portugal de Sostiene Pereira, aunque la temática no tiene nada que ver.

Hace unos días fui maestro de ceremonias en la presentación de un texto producto de la oficina en que trabajo, el maestro de siempre tuvo un inconveniente y yo no lo tuve. Hoy en la mañana en el camión me desquité de lo que no pude leer anoche con un texto de dos páginas y media: “Sobre la angustia de hablar en público”... Hace un momento en la conferencia “Un tapiz que se dispara en muchas direcciones” leí sobre una sugerencia que le hizo Aira a Vila-Matas, para hacer un libro que debería tratar sobre los que quisieron ser bartlebys y terminaron escribiendo mucho, cuya fórmula sería “había preferido no hacerlo”.

Yo debí poner un punto final a este post varias líneas atrás, pero no he sabido cómo y se ha hecho innecesariamente largo y me he distraído de lo que sería una docta disertación sobre cómo la literatura ha sido luz para los pasos de la humanidad, ensimismada en su propia noche, en su oscuridad, en su miopía de camioneta en reversa, pero ya será en otra ocasión.

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