20061006

De cómo la voluntad no es suficiente la mayoría de las ocasiones


Actualmente estoy leyendo Dos cartas, una recopilación de varios relatos del escritor polaco Sławomir Mrożek, entre otros libros. En el cuento "Moniza Clavier" el narrador dice que no habla inglés, pero cuando es imperativo comunicarse, hace un esfuerzo.
Entonces relata una anécdota sobre otro esfuerzo que hizo, tan grande como se lo permitieron sus fuerzas, y se soltó cantando O Sole mio con una voz inopinada, profunda, espléndida, vibrante -según palabras del traductor-, a pesar de no saber cantar. Continúa... una vez realizado el esfuerzo habla un inglés fluido, a más de elegante. Pero el cuento no se centra en esto ni se narran otras proezas de la voluntad del narrador, los eventos se siguen desarrollando y el esfuerzo pasa inadvertido y no merece siquiera otra mención. Y bueno, con esto me acordé de mi infancia, no de toda, sólo de aquellos momentos en los que pensaba que si me concentraba lo suficiente podía lograr algo fuera de lo normal, el dominio de la mente sobre la materia. Veía fijamente un vaso de agua, por decir algo, y lo empujaba con las fuerzas del pensamiento; sólo que el vaso no se daba por enterado, ni un temblor. O trataba de hacer flotar una piedra: nada.
Antes que se inventaran los celulares, cuando mi mamá salía sin mí y se me antojaba algo, pensaba 'muy fuerte' en eso, a ver si lo pensado podía de alguna forma llegar hasta mi madre e iluminarla "le voy a llevar un chocolate a mi hijo". También pretendía adivinar la carta de arriba de un mazo, no recuerdo si alguna vez acerté. En cambio desarrollé un juego con mi hermana en que ella sostenía una carta sin que yo viera cuál era, y mediante preguntas (¿es roja? ¿es de corazones? ¿es un ocho?) deducía poco a poco la carta. El color era lo fácil, rojo o negro; del palo sólo había cuatro opciones; lo más difícil era el número o figura.
Ya un poco más grande y con influencias televisivas otros eran mis anhelos: el dominio de la mente sobre el cuerpo. Intentaba, obviamente sin éxito, levantarme algunos centímetros del suelo, ya no volar ni saltar muy alto, flotar unos pocos milímetros hubiera sido suficiente. Aquí resistiré la digresión que me tienta, no hablaré de David Blaine, no.
También trataba de juntar energía en mis dedos, canalizándola del resto del cuerpo y emitir algún rayo, ya no mortífero o destructor; para leer de noche hubiera más que útil. Todavía más grande (aún lo hago a veces) probaba quitarme el dolor de cabeza con las manos, no como imposición de las mismas, sino que agarraba el dolor, imaginariamente, y lo arrancaba de mí, incluso llegué a hacer el ademán de tirarlo al bote de basura. Esto ha sido lo único que he conquistado a fuerza de voluntad, aunque concedo que pudo ser mera sugestión o tal vez el dolor se pasaba solo después de un rato.
Como sea, casi nunca basta desear algo intensamente para obtenerlo, yo por ejemplo, este fin de semana voy a revisar en casa un texto (para quien no me conozca: soy corrector de estilo) para entrega urgente el lunes. Jamás había tenido que hacerlo, y espero no verme en la misma situación. En mi casa me resulta difícil concentrarme, tengo tantos pendientes y tanto en qué distraerme, que es raro verme más de veinte minutos seguidos leyendo y anotando. Baste un botón: ahora mismo me dedico a escribir, mientras el documento abierto espera y espera. Deseo adelantar, terminarlo lo más pronto posible para dedicarme a lo mío y hacer lo que tenía planeado para sábado y domingo. En vez de eso terminaré este post y regresaré a las fotocopias.
El título reza 'la mayoría de las ocasiones', es que no quise sonar pesimista y poner un terminante 'nunca'. A riesgo de sonar cursi: todavía tenemos los sueños. Yo he soñado lo que me propongo, no siempre, pero lo he hecho, y sí, requiere un gran esfuerzo. Pero la literatura es mejor.

4 comentarios:

Pac Morshoil dijo...

Es mejor, sin duda, y más fácil de vivir.

David Blaine... ¡Magazo!

Anónimo dijo...

Armandis!!! y tú qué pensaste? que ya te me habías escondido?

Un abrazote caballero de mil caminos!!

Vera

Don Polo dijo...

Hallo una coincidencia entre tu texto y un texto del Gabo, sin sugerir jamás un plagio, sino una agradable coincidencia:

"...Mi verdadera vocación es la de prestidigitador, pero me ofusco tanto tratando de hacer un truco, que he tenido que refugiarme en la soledad de la litertatura. Ambas actividades, en todo caso, conducen a lo único que me ha interesado desde niño: que mis amigos me quieran más..."

Buen día, don Armandís.

Anónimo dijo...

no sé, quisiera matizar.
el camino hasta el cumplimiento del deseo, como ud. bien indica, no consiste sólo en un gesto que arruga la frente y aprieta los párpados. el verdadero camino del deseo es más largo,por ejemplo, si yo deseo tener una espiritualidad muy fuerte no basta con que cierre los ojos y apriete el ceño, hace falta luchar por ello: ayunar, orar, renunciar, darme tiempo y espacio para la meditación.
en los términos de un arquero quedaría así:concentrarse es dirigir todas las fuerzas hacia un sólo punto.
cuando uno apunta, también considera la distancia y la fuerza de gravedad.