20061227

Sobre el regreso a Mina con cuento inédito

Sea este el último post del año, mañana parto a Mina, pues se me informó que un endriago causa males y asola a mis conciudadanos. Dicho sea de paso, me servirá como ejercicio y estiraré mis rodillas rechinantes. Como beneficio adicional, pasaré año nuevo con mi familia, que hace mucho tiempo no se da un buen banquete con carne de endriago.

Sin embargo los dejo, desconsiderados lectores, en compañía de un cuento de reciente manufactura que tiene la cualidad adicional de ser inédito, cuyo nombre es "Que escriba o no es accesorio" y lo hice el 23 de mayo de este moribundo año, según lo revelan mis anotaciones al margen. Espero que, si no lo disfrutan, cuando menos tengan la paciencia y el temple para leerlo todo.


Que escriba o no es accesorio



Que escriba o no es accesorio, me dijo. Al principio pensé que bromeaba, así que sonreí como en complicidad, después de todo yo tampoco me acuerdo la última vez que escribí, no recuerdo si fue una carta, un cuento, una queja a la gerencia del supermercado, nada. Después, al notar su gesto de incomodidad, pensé que la broma estaba llegando lejos, y yo con mi sonrisota, ya dudando. Entonces dijo, El escritor no tiene que escribir, basta con que sea escritor, o con que piense en escribir, aunque no lo haga, basta con que se llame a sí mismo escritor. Lo dijo con la cara más adusta del mundo, supe entonces que era en serio.

Y esa sonrisa agridulce que no me esperaba y que siempre me agarra desprevenido; no sólo era en serio, realmente le afectaba. Traté de usar palabras reconfortantes, pero nunca he sido bueno en eso, mis cuentos –cuando escribía– eran más bien violentos, “llenos de la miseria humana, crudos hasta los huesos” como dijo un crítico, uno de los únicos escribió sobre mí.

Lo invité a un té, Prefiero café, contestó, café será. Me imaginé que bien valía la pena gastar un poco de dinero por una tarde de charla, además del intercambio de ideas y el despliegue de teorías. Me interesaba cómo un escritor puede serlo sin escribir.

Bueno, no sin escribir en absoluto, realmente no se puede, como no se puede ser papá sin tener hijos. Pero no debes olvidar que yo ya he escrito, lo que digo es que quien ha escrito aunque ya no lo haga sigue siendo escritor, me dijo.

Claro, eso es obvio, Twain ya no escribe –tal vez por la condición irremediable de estar muerto– y sigue siendo considerado escritor, rebatí. Pero Twain fue muy famoso en su época, aunque hubiera dejado de escribir –cuando estaba vivo, chistosito– se le hubiera seguido considerando escritor, me espetó.

Y qué me dices de Kafka, argumenté, Desconozco si Kafka se consideraba escritor a sí mismo, pero ciertamente lo fue por las generaciones posteriores, y además, Kafka y Twain sí escribían, Lee los Diarios, Qué, Lee los Diarios de Kafka para saber si se consideraba escritor o no, ¿Y tú no me puedes decir?, No, léelos, Ese no es el caso.

Ahí tienes a Rulfo, me dijo, quien sin escribir después del Llano y de Pedro Páramo siguió siendo considerado escritor, Sí, pero Rulfo es el escritor. Rulfo alcanzó el éxito en vida, contesté. ¿Y qué diferencia hay entre Rulfo y yo? preguntó, Ja ja ja ja, ¿realmente quieres que conteste esa pregunta?, No, es retórica, respondió. A lo que voy es que un escritor de nula fama puede dejar de escribir y seguir siendo considerado escritor, Sí, solté, pero cómo puede alguien dejar de escribir y seguir siendo escritor, si desde un principio no ha sido considerado como tal, y callé enseguida, pensé que lo había ofendido, a pesar de ser verdad, pero no, Lo que pasa es que confías demasiado en la crítica, regresó el estoque.

¿Y qué tiene de malo? A fin de cuentas la crítica es la que hizo la historia literaria, y hay muchos escritores que también son críticos, me defendí. La diferencia fundamental es que no faltan escritores que también se puedan llamar críticos, pero no hay críticos que también se puedan llamar escritores. Fácil salida son los juegos de palabras que suenan inteligentes, cuando en realidad sólo son un intercambio de términos, dije, a pesar de sentir que tenía razón. No lo tomes personal, dijo, y la plática volvió a su curso.

En resumen me dijo que iba a dejar de escribir, o al menos a dejar de tratar, que viniera el cuento si quería, iba a dejar la ventana abierta, pero si dejaba de considerarse escritor, el cuento por ende no llegaría, buscaría otra ventana abierta y beneficiaría sin duda a un escritor más afortunado, aunque menos digno. Lo que de mí quería era que lo siguiera considerando escritor, había tratado por más de dos meses llevar una vida escritor, pero sentía que algo le faltaba, y apenas tres días antes había caído en la cuenta de que lo que le faltaba era reconocimiento externo, que alguien más pensara que es escritor, si no el potencial cuento olería sus intenciones desde lejos y ni se acercaría.

A ver a ver, ¿cómo está eso de llevar vida de escritor? ¿a qué te refieres? interrogué, Pues a la bohemia, a la melancolía, al sentido oculto de las cosas, ¿O sea, que si no soy bohemio, triste o místico no soy escritor? rebatí, No puedes tipificar al escritor por un modelo romántico –y digo romántico en toda la extensión de la palabra–, decimonónico, anquilosado, generalizado, y totalmente un lugar común, tú, que tanto huyes del lugar común, ¡te has vuelto uno!

Mira, no me refería a eso, se defendió flemáticamente, tu sabes a lo que me refiero, he ido –como espectador y como participante– a conferencias, mesas redondas, presentaciones de libros y hasta recitales, Pero eso tampoco hace al escritor, interrumpí, Digo, he realizado las cosas que hacía cuando escribía, prosiguió, le dije Aun así, si has conducido tu vida social por “normas” sobre las cosas que un escritor debería hacer has hecho mal, ¿cómo conciliar, por ejemplo, la vida que llevó Hemingway y la que llevó Kafka? ¿Cómo pensar entonces que uno, audaz y temerario y otro, cobarde y enfermizo, son escritores? Entonces me conminó a no ser tan duro con Kafka ni con él. Cierto, concedí, Kafka no era cobarde, ni Hemingway valiente si pensamos en el fin de ambos.

Además ¿qué es eso de los cuentos voladores que entran por las ventana?, Es sólo una figura, respondió ya hostil, Que ni siquiera es original, suena a canción de los Beatles, ¿y si escribes de esto?, le dije en tono conciliatorio, escribe sobre esto de ser escritor sin escribir, No, me respondió, ya no sería escritor sin escribir, porque estaría escribiendo, ¿no? No respondí. Escribe tú, escríbelo como ensayo, o como cuento, u obra de teatro, o poema, no me importa. Y yo callado, ciertamente no me interesaba recoger historias ajenas, él podría comentar más tarde, “ese cuento se lo sugerí yo” ni quería que notara mi verdadero interés, mal disimulado.

¿Sabes? Creo que más que una vida social de escritor he llevado una vida interna, todo lo narro, relaciono personajes entre sí, busco hilos narrativos en todas las cosas, proyecto mis preocupaciones en los rostros de otras personas, todo el tiempo escribo en mi mente, observo y caracterizo el comportamiento de la gente en la calle, en el camión, y hasta hago apartes como en el teatro.¿Y no te pones calcetines en la mano e improvisas diálogos? bromeé. Entonces me aburrí, miré fijamente al señor Calcetín, y me lo quité de la mano discretamente, esperando que nadie haya notado en la oscuridad del café que platicaba con mi mano.

1 comentario:

Don Polo dijo...

¿Qué tal el asueto en Mina, causaron kilitos de más los banquetes? Espero haya sido placentero todo.
Me agradó mucho tu cuento, sobre todo porque es un tema que causa polémica, yo mucho tiempo pasé creyendo que el escritor es el que escribe, el que es disciplinado, el que recicla estilos ya caducos, el que agregó a su messenger a las musas y le secretean lo que hay que escribir, en fin. Luego, al asomarse un poco al mundito literario, te das cuenta que hay muchos escritores que se autonomrban o los apelan así sólo porque han publicado una que otra sandez, o porque están apadrinados por algún chingoncillo, o porque tienen un blog (ja), o porque han superado las pruebas para ser llamados así, o sea ir a eventos como los que mencionas -bohemias, cafés, conferencias, exposiciones y demás-. En fin, también hay muchos padres y bastantes son malos padres, entonces, de qué sirve el título.