20080429

Entrada para la que Armandís de Mina no tiene nombre (todavía


Este texto de ficción lo acabo de escribir escasos minutos ha. No tiene título, pero se aceptan sugerencias:

“Sé que no soy perfecto. Estoy consciente de ello. Por ejemplo, nunca uso cinturón negro con zapato negro, sino café. Sin embargo, éste es un error menor y estoy al tanto de ello. A estos “errores recurro para no sentirme superior, el hacerlo me alejaría de lo perfecto.

Hay, no obstante, otros errores, manías y demás, que con el tiempo he notado y que me han llegado a preocupar. Uno de ellos es el inefable uso de la palabra inefable, a pesar de que desconozco su significado, pienso que de buscarlo en el diccionario, la palabra perdería su encanto, yo caería en mi error y jamás la volvería a usar (porque así soy, y es una lástima, en verdad es una palabra preciosa. Digo, por ejemplo, “qué inefable mañana, y mi rostro se ilumina con el primer rayo del sol, como si fuera el primer amanecer de la humanidad. A mis amigos en la oficina, bueno, compañeros de trabajo, exclamo: “qué café tan inefable, y me solazo de la falta de respuesta, ellos, sin duda, no saben de qué hablo, mi intelecto me pone en un escalón por encima de ellos, un escalón, por demás, inefable.

Otro de mis hábitos, acaso más molesto, incluso para mí, es mi inefable costumbre de olvidar cerrar las comillas y los paréntesis, me ocurre que releo mis relatos de ficción y a veces me confundo, pues no se en qué momento termina la cita o en todo caso, a qué se deben las comillas o paréntesis.

A veces me pasa que mi interminable monólogo interior irrumpe en el exterior y digo cosas sin sentido aparente para mis interlocutores, lo cual puede resultar bueno o malo para mí, dependiendo de lo dicho y de la ocasión. Decir “calcetines azules durante el almuerzo (como en la oficina, a lo mucho, me vale el adjetivo de excéntrico, raro, o iconoclasta. Decir “pedo, pipí, popó, moco, caca, durante una importante junta (oh sí, las tengo a cada rato, me vale, además de un regaño y la cara de extrañamiento de mis superiores, el inefable adjetivo de “maniaco. Esto lo atribuyo a la rapidez con que trabaja mi mente, por lo que no es del todo malo.

Me preocupan más, por decir algo, la súbita urgencia de rasurar mis cejas (nunca lo he hecho, pero he sentido la necesidad. La extraña insistencia con que algunas ideas malsanas se fijan en mis mientes e, inefables, no puedo extraerlas. Verbigracia, las ganas de patear niños pequeños en la cabeza, pero sólo en jueves, o usar calzones apretados cuando salgo por las noches, para tener un pretexto y regresar temprano a casa.

El otro día, desprovisto de vello genital, me expuse en un balneario, el cual se halla a no menos de seis horas de viaje en carretera. La sorpresa de los padres fue mayúscula, y la mía, también. Fue un acto reflejo y aún no sé a razón de qué lo hice.

La otra noche le di un manotazo en la nuca a la mujer con la que salía, a mi favor diré que en el momento pensé que sería una buena forma de probar si estaba interesada en mí: si a pesar del golpe, seguía conmigo, lo estaba; si después del golpe se iba (que fue lo que hizo, entonces no valía la pena seguir saliendo con ella. No sé cómo se me ocurrió, pero es un razonamiento perfectamente lógico e inefable.

En ocasiones me da por contar, por ejemplo, los vellos de mi brazo. Si lo logro, algo bueno ocurrirá con la humanidad, y si no, pues tragedias. A pesar de mi empeño, no he conseguido éxito en esta, la más difícil e inefable de mis empresas, al día siguiente observo, con pesar, las noticias.

Soy amigo de los placeres simples, mis días están llenos de pequeñas dichas y esto equilibra los sinsabores, en las mañanas, por decir algo, me gusta oír mi propia voz, ronca por la falta de uso, exclamar cosas como “qué inefable mañana, y mi rostro se ilumina con el primer rayo del sol, como si fuera el primer amanecer de la humanidad. Esto lo hago, además, porque el sonido de mi voz me indica que amanecí vivo. Morir de noche y que nadie oiga (o ni siquiera poder pronunciar mis últimas palabras, me aterra hasta el llanto.

Algo de lo que no me había percatado, hasta que alguien me forzó a ello, es que repito frases e ideas como si no las hubiera dicho o formulado ya, en la oficina, dicen, siempre cuento los mismos chistes y anécdotas. Esto de los chistes lo hago, no porque me agrade, sino para mezclarme y no llamar demasiado la atención. Por lo que estas “repeticiones, si es que las hay, en realidad me tienen sin cuidado.

El catastrofismo es una de mis tendencias, los pensamientos funestos son el pan de mis días, sé que puedo morir en cualquier momento, un edificio que se colapsa desde sus basamentos, un cliente inconforme, una maceta mal puesta en un balcón, una jauría de perros rabiosos, un motociclista que use las banquetas en vez de la calle, un súbito entumecimiento del cerebro, un tiroteo, todo lo anterior, en un repaso rápido, es una pequeña muestra de muertes inesperadas que me acechan en cada esquina.

En ocasiones, mi interminable monólogo interno se hace externo y digo cosas sin sentido para mis interlocutores, lo cual puede ser bueno o malo, según lo dicho y de la ocasión. Decir “de Cocula es el mariachi durante la comida (almuerzo en la oficina, me vale el adjetivo de excéntrico o chistoso. Si en cambio digo “que se mueran todos menos yo durante una junta importantísima (oh sí, siempre estoy en una, me vale apenas, un jalón de orejas, aunque a mis espaldas murmuran “loco. Esto lo atribuyo a la rapidez con que trabaja mi mente, por lo que no puede ser tan malo.

A veces me figuro que estamos en un libro, que las situaciones son ficticias y que mis acciones pueden repercutir inefablemente en la trama principal, pero me preocupa que mi historia no es la principal (siempre me ha caracterizado la humildad. Cuando este sentimiento me abruma y la creciente angustia de la no titularidad me sofoca, incurro de manera consciente en actos que únicamente podrían calificarse de “raros. “Esto me es lícito, pienso, pues es la única forma de acabar con esa inercia de la atmósfera libresca en que me sumerjo a veces. Sin embargo, procuro que nadie me vea. Los actos raros consisten en caminar como pato, hacer pedorretas con la boca, acariciar lascivamente alguna de mis partes pudendas, y cosas por el estilo. Esto siempre funciona, y cómo no habría de hacerlo, se imaginan que, por decir algo, en la Biblia (nunca la he leído, se dijera “entonces Abimelec reprendió a Josafán, y Josafán caminó como pato, mientras hacía pedorretas con la boca, eso sin duda sería una ruptura en el relato.

También dejo las cosas incompletas, inefablemente, como aquella vez en que una amiga me dijo

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya.

¡Qué post tan inefable!

Te felicito Armandís, y todos tenemos nuestras propias manías, que si yo contara las mías, te reirías tanto como yo con tu post!

Besos..

Anónimo dijo...

Muy ameno el retrato sin título, Armandís, =D. A tí, que no eres un maniaco, te parece curioso, a mí que sí lo soy, me pareció ingenioso, jajaja. ¿O sí eres maniaco?
Ahora que... no importa. Me hiciste reir de lo lindo, ¿has leído "La vida exagerada de Martín Romaña"?, es de Bryce Echenique.

Por otro lado, estoy releyendo el Éxodo, hay algunas cosillas por ahí que me hacen ruido. Se me ocurrió abrir un foro pa que se armen los debrayes... ¿cómo la ves? Pa matar algunos de esos ratos de taaaaanto aburrimiento, jeje, y lo que salga.. =D

Un abrazo maniaco

Rodrigo dijo...

muy bonito Armandis, muy bonito. buena forma, buena ejecución y buen humor... no hay nada más que pedir al leer algo. higlights para mi:
paréntesis y comillas LOL

el sape. the ultimate girlfriend test jajajaja

creo que está tratando de esconder su tourrete's detrás de "una mente rápida"

saludos,

Anónimo DeLlira dijo...

Armandís!!
me recordaste a una alumna que para todo usa la palabra nefando. yo no sé qué significa, creo que un día lo busqué pero no recuerdo qué quiere decir, es más no recuerdo si la encontré, no sé si existe, pero siempre me recuerda la palabra a liz y liz a la palabra. nefandas las dos.

Yo también estuve en el concierto del Goran!! increible, no? ah, me habría encantado toparte por ahí de sorpresa a la salida, o entre los bricos de gas! gas! gas!

besitos, abrazos!

Ver

Don Polo dijo...

Hermano, no sé qué tan aventurado sea decir que es tu mejor texto, pero casi puedo asegurar que es el que más me ha gustado.

Lo leí en partes, por culpa de la chamba y otras interrupciones. Empecé en la mañana, me gustó, y ahora que de nuevo tengo un rato libre, lo he terminado y me ha gustado más.

Creo que bien acepta un profundo análisis literario que no haré. Se nota un personaje con toda una psicología propia, además de que cuidas la forma de tu relato, como ya dijo Rodrigo, pero bueno, ya dije que no hablaré más sin saber.

A ratos me recordó a Groucho, eso sí. ¿Has leído sus Memorias de un amante sarnoso? Son muy buenas... pero repito, me gustó mucho tu relato. Tanto que mañana lo releeré jaja.

¡Saludos!

Anónimo dijo...

Ya estuvo bueno Armandís! Hoy hace UN MES que no escribes en este blog... Creo que podrías, de menitos un haiku.

Beso.

Don Pisador dijo...

la neta es que si tardaste un madrero! pero si cada vez que escribes va a estar como esto me cae que vale la pena la espera! saludos!

Gavilán Pollero dijo...

Don Armandís es usted un chingón. Qué inefable mañana me ha hecho observar!

Pac Morshoil dijo...

No te lo he dicho, pero cuando estoy de malas y/o muy ajetreado en la puta ofi, vuelvo a este y/o a otros textos tuyos para alivianarme.

Gracias, supongo y/o ¡choto!

y/o